NIGHTINGALE & CO

Una puerta a la emoción

 

Agua

Que unos brazos se apoyen en el control de enfermería no es nada nuevo.  Que una historia sea contada, tampoco lo es. Pero cuando la historia y los brazos apoyados narran la biografía de una persona ese momento adquiere el protagonismo de la rutina diaria.

Muchos nombres propios coinciden en el espacio y en el tiempo en las unidades asistenciales. Nombres compuestos que no de pila, nombres con historia, nombres que comienzan a crear su propia historia, nombres que se olvidaron de que la tenían y nombres que serían cambiados si no figuraran ya en la Historia Clínica.

Pero cada uno de ellos forja el tiempo en el que desarrollamos nuestro trabajo. Conversaciones robadas a las paredes de los pasillos o camufladas debajo de las sábanas de una cama hacen que segundo a segundo seamos capaces de conocer a quienes tenemos enfrente.

Cuando cada uno es capaz de elegir las palabras que van a crear su biografía se siente capaz de soñar con los ojos abiertos. Posiblemente esa también sea una función enfermera pendiente de descubrir, por el momento.

La historia de Marina posiblemente sea una más entre otras muchas. La Historia de una mujer ya enjuta por la edad con demasiadas muestras en su cara del paso del tiempo. La Historia de alguien que se convirtió en la primera concejala comunista de un municipio de la periferia de Madrid en un tiempo donde creer que se podía pensar de forma diferente era perseguido.  Ahora lucha contra un cáncer de mama avanzado, dos mastectomías, una imagen en el espejo, un sueño….. recuperarse y un sentimiento agridulce…. saber que no puede vencer a su enfermedad. Pero siempre con coraje y orgullo de ser quien es.

La Historia de Celso, un padre/madre que ha sentido en primera mano el rechazo de gente a la que ni siquiera conoce. Todo por el mero hecho de que su hijo se encuentra atrapado en la desidia y en algo que no es. Sólo el futuro no muy lejano pondrá todo en su lugar. Una Historia llena de momentos amargos, las palizas que sufrió su hijo en el colegio, un bulling muy agresivo e injusto. Los insultos de los vecinos de bloque y amigos (o quienes creían serlo). Las miradas furtivas en plena calle al hacer la compra en el mercado. Todo por tener un alma de mujer y un cuerpo de hombre.

La Historia de Verónica, una esposa y madre que atiende día a día a su marido. Sólo un detalle, hace 7 años tuvo un infarto isquémico cerebral con hemiparesia completa derecha, afasia motora y una gran incapacidad de comunicación. Hace 7 años que no recibe un beso de su parte. La Historia de los padres de Verónica que se mudaron con ellos durante 3 años para hacerse cargo de una situación complicada y estar con su hija y su nieto. La Historia de los Hermanos de su marido quienes decidieron separarse de la familia para no tener que colaborar en el cuidado diario de alguien enfermo. A día de hoy se siente superada, insatisfecha con la vida que la ha tocado vivir, exigiendo al destino explicaciones del por qué a ella le ha tocado todo esto y, sobre todo, pensando que hace 7 años su marido murió con aquel infarto cerebral.

Es curioso contemplar como la enfermera participa de diferentes maneras en la vida de las personas. Maneras propias y ajenas; muchas veces directas pero indirectas en las formas y en los planteamientos. Involucramos nuestro tiempo y nuestro trabajo en un servicio a los demás cargado de emociones de todo tipo y de esfuerzos complementarios. Aún así, son muchos los profesionales que siguen pensando que el apoyo emocional no es función enfermera, ni intervención ni objetivo de la profesión. Continúan creyendo que esa cuarta pared, de la que se habla en el teatro, existe y es necesario edificarla en cada momento de intimidad con el paciente.

Se sigue creyendo que la separación emocional es protección, como si las emociones fueran alérgenos o bacterias contagiosas que nos obligaran a aislar a todos los pacientes en contacto con nosotros.  Se nos continúa enseñando en la facultad que es necesario separarnos de las personas para ser mejores profesionales, con el énfasis de que la calidad asistencial se basa en parámetros de esta índole. Lo que no se nos enseña es que, tal vez y sólo tal vez, no debamos huir de las emociones, tal vez y sólo tal vez, debamos entenderlas como algo natural e intrínseco al ser humano. Algo que nos hace más personas porque hace que nos comportemos como personas.

Por eso, me gustan los brazos apoyados en el control de enfermería que como cuentacuentos narran historias. Disfruto con las anécdotas y chistes de pasillo contadas al aire y que recalan en los oídos de todos los que quieren escuchar. Imagino las risas y los llantos de quienes cierran las puertas de sus habitaciones. Pero sobre todo, como enfermero insisto en que haya emociones que surgen desde el alma y me ayuden a conocer a las personas con las que trabajo cada día.

 

 Óscar Fernández

 

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