NIGHTINGALE & CO

«El caos lo invadió todo» por Susana García

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Fotografía: Susana García Antón. Enfermera del Hospital La Paz, Madrid. Pandemia Covid19

Hoy queremos compartir este relato, fiel testimonio de lo vivido en esta época de pandemia, que nos regala Susana, compañera enfermera del Hospital La Paz. Como bien dice Susana, esta realidad debe ser compartida y no olvidada. Y a partir de ahora empezaremos a valorar las cosas más, aún si cabe. ¡Gracias Susana!

Creo que es necesario visibilizar una realidad que se ha endulzado para evitar castigar más a la población. Porque no todo han sido aplausos o vídeos de bailes o risas. No. Creo que es hora de que la sociedad lea escritos como estos para concienciar sobre lo que hemos vivido, lo que aún estamos viviendo. Un experiencia que ahora parece tan lejana… ¿Vosotros también habéis sentido que estabais viviendo una película? Esta sensación de irrealidad que lo envuelve todo…Cada día camino del hospital en mi coche por las calles vacías de vida, calles desoladas y desiertas, en mi cabeza no podía asimilar que todo aquello estuviese ocurriendo. Supongo que es la manera que tiene nuestra mente de poder encajar lo inasumible.

Hay cosas que no podremos olvidar jamás, que al menos yo no podré… Salir de casa y pensar que puedes contagiarte en cualquier momento, que debes tener cuidado con lo que tocas y que no puedes caer porque te necesitan más que nunca. Entraba a mi vestuario, el cual está cerca del mortuorio, y rezaba por no seguir viendo camillas y camillas agolpadas en la puerta esperando. Me decía a mí misma “por favor que no sea Fulano o Mengano”. De la noche a la mañana había cambiado nuestra manera de trabajar.

El caos lo invadió todo. Cada día había que adaptarse a situaciones desconocidas o a nuevos protocolos. Ya no podíamos entrar a las habitaciones sin un EPI, lo que dificultaba mucho los cuidados. Era medicina de guerra. Una batalla en la que todos arrimamos el hombro. Hemos aprendido que nos necesitamos unidos, a trabajar más que nunca en equipo.

Ese equipo que me mantuvo viva durante aquellos días, que no me dejó hundirme y en el que compartíamos tantas lágrimas… Ir a trabajar y saber que nos podíamos apoyar las unas a las otras era una razón para seguir adelante, para sacar fuerzas. Un trabajo en el que todos éramos importantes, en el que no faltaba personal dispuesto a ayudar. Hasta recibimos apoyo por parte del conjunto de psicólogos del hospital. Esos diez minutos de relajación que nos cargaba de energía para esos turnos devastadores. Cada enfermera de la unidad conocía a todos los pacientes de la planta y debíamos confiar unas en otras para sacarlos adelante. A los pacientes no se les permitía salir de sus habitaciones aunque la mayoría estaban tan mal que no podían ni levantarse de la cama.

El saludo habitual cuando ingresaban era; “no puede salir de la habitación, se debe poner la mascarilla cuando entremos y si necesita algo sea paciente, pues debemos vestirnos antes de entrar”. Imaginad qué sensación de encarcelamiento. Nos sentíamos fatal a sabiendas que debíamos protegernos para poder seguir atendiéndolos. Era muy angustioso ver que los pacientes se ahogaban en cuestión de minutos y no poder correr a atenderlos porque teníamos que equiparnos con el traje completo (bata, doble guante, casco, mascarilla…) mientras el tiempo corría en nuestra contra. Un tiempo que parecía no mover las agujas del reloj para los pacientes, como si todo se hubiese detenido, pero que para nosotros era un auténtico contrarreloj. Muchos me preguntaban si se iban a morir o me afirmaban que sabían que nunca saldrían de aquellas cuatro paredes.

Se me partía el alma y sólo podía decirles que íbamos a luchar con todas nuestras fuerzas. Y eso hacíamos, pero el condenado bicho es duro de roer. Todos los días veíamos a alguien morir o irse a la UCI sin que pudiésemos hacer nada por evitarlo. La familia no podía acudir, salvo en caso de despedida por probable fallecimiento inminente y los veían desde una distancia de dos metros, sin ni siquiera poder tocarlos. Quien ha vivido esto sabe de lo que es capaz este virus, pero también sabe de lo fuertes que podemos llegar a ser si estamos unidos y si somos responsables.

Hoy mi unidad ya no es “planta covid”, hoy estoy en casa de baja por coronavirus. Pasando de ver el miedo en los demás a sentirlo en mí, sabiendo lo que puede llegar a pasarme, sabiendo que nadie se me puede acercar. ¿Recordáis la última vez que os dieron un beso? Yo sí, fue un 7 de marzo sobre las seis de la tarde y no hay día que no lo añore. Ahora imaginad estos pacientes.

Recuerdo cada uno de sus nombres y lo que más me marcó fue que cuando los tocaba con aquel traje frío y siniestro, ellos me miraban asombrados, agradecidos… Porque ahora más que nunca valoraremos cada caricia, cada abrazo o cada beso.

10 pensamientos en “«El caos lo invadió todo» por Susana García

  1. M.Angeles Zarco

    Espero que nunca olvidemos la situación que han vivido nuestros sanitarios. «El caos lo invadió todo. Era una medicina de guerra»

  2. Melania tubio

    Increible susana pelos de punta eres una campeona y una bellsisma persona y compañera un beso enorme y mx fuerza amiga mia

  3. Ángel Manuel Vaca Arévalo

    No soy enfermero, pero tengo una hija enfermera trabajando en el Hospital Universitario de Badajoz.
    Todo lo que dices en tus comentarios lo he vivido y sentido por mi hija.
    Su planta fue la primera que escogieron para tratar a todos los enfermos que llegaban al hospital con síntomas del virus. Su planta era la tercera y tratan de recuperar a todos los operados generales que reciben.
    El cambio fue abismal, aun estando acostumbradas a tratar con personas de salud delicada.
    Tuvieron la suerte de que le facilitaron los EPI en los primeros momentos de empezar a recibir paciente con el virus. Sabían que al menos estaban protegidas, pero se han desgastado las manos de tanto lavarlas; la psicosis por la posible transmisión del virus a ellas mismas y a sus familiares las ha tocado psicológicamente, pero son profesionales vocacionales. Han estado unidas a través de los teléfonos móviles, dandose información de como estaban los pacientes, cuantas altas había habido; han hecho una piña todas las compañeras de la planta. Pensaban que por haber sido las primeras en comenzar la batalla contra el virus, serían las últimas en cerrarse. No ha sido así, y como si les hubiera sentado mal. Se ha hecho amigas para toda la vida.
    Apoyo completamente tus comentarios.

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