NIGHTINGALE & CO

Diario de una enfermera

 

Diario de una enfermera 2

 

8 de Octubre: Vuelta al trabajo después de quince días de vacaciones. Comienzo mi ciclo de trabajo con una planilla “anti-stress” en mi Unidad de Cuidados Intensivos. Es sábado y el vagón de metro huele a alcohol. Está lleno de chicos todavía borrachos y con los zapatos manchados encima de los asientos. Hablan en un tono tan alto, que pienso que a lo mejor soy yo la que bebió demasiado anoche, porque me levantan dolor de cabeza. Luego intento recordar con más cuidado y me doy cuenta que anoche no bebí absolutamente nada. Conclusión oficial: me estoy haciendo mayor. Cuando te empiezan a molestar las risitas, las conversaciones gritadas y la forma de hablar de gente más joven que tú el diagnóstico es claro: abuela en ciernes. Medito sobre lo genial que es empezar el día haciendo reflexiones interiores de este tipo. Lo bueno que es para la autoestima tener pensamientos positivos que te animen a sobrevivir un turno doble. Conecto música en el móvil y pongo el volumen a tope para ahogar las voces de dos borrachos que tratan de hablarse sentados en los extremos del mismo vagón (el mío, claro).

Al llegar a lencería pido un uniforme y la encargada, con un moño alto sostenido por al menos veinte pinzas de niña de 3 años,  me informa amablemente que no tengo ninguno. Me recuerda que si no se traen para lavar a tiempo es imposible que los tengan preparados al día siguiente. Le comento que hace quince días que no vengo a trabajar. Silencio. Cruce de miradas. La gente que hace cola a mis espaldas se impacienta. Madame “La chignon” me dice que debo esperar. Me enciendo pero templo el espíritu, en el Oeste hay que esperar para sacar la pistola en el momento justo. Le pregunto con cordialidad si le parece adecuado trabajar en ropa interior. Se mira la cutícula de las uñas. Alguien más atrás empieza a preguntar qué pasa. Madame gira lentamente,  colocándose con delicadeza una diminuta pinza malva con purpurina y me da un pijama de la sección no numerada. Intento huir lo más rápidamente posible para no recibir las miradas asesinas de los que llegarán tarde por el incidente.

Al llegar al vestuario y ponerme los pantalones, constato que podrían quedarle genial a mi sobrina de 9 años. Me llegan a la altura de la pantorrilla y no creo que sea capaz de quitármelos. Aguanto resuello y miro el reloj. No hay tiempo para volver a lencería y tirar a mi amiga del moño. Sólo quedan catorce horas para volver al hogar. Comienzo a andar y al llegar a los ascensores ya siento la goma del pantalón clavada en el alma. Renunciaré a mi sistema circulatorio, total… ¿para qué sirve el riego?

10 de Octubre: Las alarmas de dos monitores han cantado una fanfarria de bienvenida al abrirse las puertas de la unidad. Recojo el parte del enfermero de la noche, que está empeñado en relatarme los antecedentes personales del paciente desde su nacimiento (incluyendo sus enfermedades infantiles). Cuando me doy cuenta, mi libreta ha sido escrita por un espacio de cuatro páginas. Después de quince minutos mi compañero se despide con un: “se marchará de alta esta mañana”. Le miro y le contesto que se marche ya al hogar y descanse. No sé si lo necesita más él o yo, en esos momentos.

Una vez que las despedidas del turno de noche finalizan, procedemos a repartir las cargas de trabajo del día. Parece que ninguno de nosotros tenía asignado previamente a ninguno de esos pacientes. Nina, organizadora nata, comienza a anotar el número de los boxes en pequeños papeles blancos y los dobla  concienzudamente. Los mete dentro de la palma de su mano y con el puño cerrado lo mueve como si fuera una maraca. El sorteo de pacientes procede… Se oyen unas patadas y alguien agitando las barras  de seguridad insistentemente. Pienso en cómo un  paciente crítico puede tener fuerza suficiente para mover de esa forma la cama. Nos miramos las unas a las otras. Se huele el nerviosismo. Meto la mano y saco mi papel. Aparece el número ocho. Constato que es el número de box de donde surgen esos ruidos cavernarios. El último pensamiento coherente de esa mañana es que Florence Nightingale jamás aprobaría el sorteo de pacientes. Ella elegiría sin dudarlo el más grave o el más agitado, para cuidarlo personalmente. Por un segundo, siento cierto placer al verme a mí misma como una Florence del S. XXI. El grito de “Enfermeeeeeeera” pone mis pies en la tierra. ¡Maldita sea! Tengo que dejar de leer libros almibarados de la Nightingale ya mismo.

11 de Octubre: Manteniendo mi metabolismo basal al mínimo. Vida de ameba: dormir, beber (hoy sólo agua)y poco más.  El turno de ayer me dejó desastrada. Los músculos de la espalda gritan de dolor. Creo que estoy contracturada. Ni en las clases de ballet Madame Charlotte era capaz de hacerme caminar tan erguida. Al cerrar los ojos sigo oyendo barras metálicas chocando y gritos de : «¡¡¡¡¡ he dejado la moto aparcada en doble fila!!!!», «déjame marchar que seguro que me multan».Es en días como estos en los que pienso en que soy una enfermera de vocación de verdad, porque no existe dinero en el mundo, que pueda pagar lo que hacemos.  Lo juro.

8 pensamientos en “Diario de una enfermera

  1. Aitana

    Buenos días,

    Soy Aitana Sánchez, te escribo desde el departamento de redacción del Grupo Paradigma, editorial especializada en enfermería ubicada en Madrid. Me pongo en contacto contigo para solicitarte, si fuera posible, una entrevista sobre tu nuevo libro.

    Puedes contactar conmigo a través de correo electrónico o por teléfono. Se trataría de una breve entrevista , te facilitaría el cuestionario y si te resulta más cómodo puede contestarlo y enviármelo por correo, si prefiere que la entrevista sea telefónica, no habría ningún problema.

    ¡Muchísimas gracias de antemano! Un saludo,
    Aitana

  2. Paloma

    Cuantos recuerdos de la UCI me traen estas lineas, el poder reír entre compañeros después de estar sudando la gota gorda tras una emergencia, el poder soltar lastre después de tanto estress, es algo que solamente pueden sentir los profesionales de la sanidad, efectivamente, tiene que gustar y gustar mucho.

    Otra situación…., entras totalmente forrada en el box de un enfermo aislado, le atiendes, procuras no dejar nada sin hacer dada la parafernalia de la vestimenta y cuando ya te has lavado las manos y empiezas a salir por la puerta, oyes …».Señorita o muchacha, depende del paciente, me puede dar un vaso de agua….». Voy a por el segundo capitulo. Enhorabuena Ana!!!

    1. admin

      Querida Paloma:

      Esos recuerdos pueden ser muy hermosos, más cuando en este caso los hemos llegado a compartir. Gracias por leerlo y compartir también estos recuerdos.
      Un beso:
      Ana Medina

    1. admin

      Gracias a todos por leerla y tener la amabilidad de comentarla. Prometo continuar las aventuras de esta enfermera que no hace más que intentar sobrevivir a la realidad

      Un saludo

      Ana Medina

  3. M

    No sé si reir, llorar o llorar de la risa. ¡Cuán identificada me he sentido! …tanto a nivel de auxiliar de enfermería como al de’protoenfermera’. Trabajo como auxi de enfermería en UCI en turno de noche, a la par que hago Practicum de 4° de enfermería, así que me veo ~doblando turnos~ cuando coinciden prácticas y trabajo. Conozco el tipo de paciente y la situación personal que describes. Este lunes empiezo 2° y último rotatorio en UCI coronaria y cuando lo acabe, seré por fin enfermera (¿no querías azúcar? pues toma 2 tazas). Epero sobrevivir (o seguir sobreviviendo). DEBO hacerlo.
    Y seguro, seguro que voy a aprender mucho.
    Un saludo y mucha fuerza, compañera.
    M.

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