NIGHTINGALE & CO

Soave sia il vento (II)

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Días después, a la tarde, por una vez insultante de luz, hemos ido a despedirte, Chini. Tenía la iglesia una foto tuya sobre un caballete y flores blancas y orquídeas en el altar, pétalos en el suelo. Como ha cantado una soprano después, eran como una ofrenda blanca. Sobre tu cuerpo aquella luz, no volvería ya a la rama…

En el taxi, de camino a tu funeral, los edificios iluminados por ese derramamiento de luz me ofrecían una mueca inaceptable. Me parecía una broma pesada estar yendo a tu funeral: he tenido que enmascarar mi pena de cinismo para soportar el trayecto.

Al llegar y ver tu foto. Al verte tan guapa, con esa mirada dulce y sabia, dominando toda la nave de la iglesia, he sentido un escalofrío seco. Al contemplarte rodeada de orquídeas, esa flor que tan bien cultivabas, he pensado en un café en tu cocina, preguntándote sobre el arte de su cuidado. Y al escuchar de un buen amigo tuyo palabras en las que recordaba que las cosas que te gustaban, las amabas de veras, he visto cómo le asaltaba el llanto a tu marido e inmediatamente, por simpatía inconsciente, una ofrenda blanca de lágrimas me ha venido a visitar.
El párroco ha dicho que sin amor, se puede vivir pero estar muerto y que hay gente muerta, que gracias al amor, sigue viva. Que mientras un pensamiento sobre ellas cruce nuestras mentes, esas personas continúan aquí. Y esto último no lo he creído tanto como lo primero. El sermón predicaba que el amor es más poderoso que la muerte y lo puede todo. Ver a tu hija, que siempre ha sido tan pequeña, encogida, disminuida y enajenada por el dolor, asistida por tu hijo, tan protector y obligado a la entereza, me ha hecho desear que sea cierto.
Ver el cónclave de personas poderosas que habían acudido a tu entierro, me ha parecido menos conmovedor que la cara de Esteban, nuestro técnico de mantenimiento, la mañana siguiente a tu muerte, cuando entró en mi despacho, mesándose los cabellos, retorciendo sus manos y con los ojos enrojecidos, ofreció su aportación para cualquier cosa que se hiciera en tu memoria. Contemplar su amor a tu persona desaparecida, ese amor que le hacía ofrecer dinero cuando pasa apuros a fin de mes, me ha hecho pensar que tu paso por aquí no había sido vano, que tu persona no se había ido, que las palabras de un cura congolés podrían ser verdad.
A la salida, he abrazado a tu marido, roto por la pena y he querido pensar que solo un futuro mejor le esperaba a tu familia, pero en ese instante, cruel e interminable, el corazón de tu marido sólo decía que quería ser afán de flor y como un lirio, dar su vida encima de tu pecho.
 
Y he vuelto a casa, febril, desconcertado, removido y triste deseando que cayera la luz, que se apagara la tarde, que viniera el sueño, que esta pesadilla increíble se esfumara y pudiéramos comer juntos mañana, tú me contaras tus progresos y yo te narrara el último cotilleo del trabajo, que compartiéramos una sonrisa y pensáramos toda la samba que te quedaba por bailar en Brasil.
Luego ha tocado lo más duro: recoger las cosas de tu despacho. Todasaquellas cosas que nos dejó un tiempo de rosas…como había cantado Serrat en tu despedidaUna compañera que está embarazada, me ha pedido que la ayude porque se había puesto a ello, y había, horrorosamente, despertado del sueño. Había comprendido que te habías ido, que no tenía sentido mantenerte en las paredes, en los cajones, en las estanterías, porque ya no ibas a volver. Era cierto, el funeral lo había dejado claro y tocaba devolver lo tuyo a los tuyos.
Nos hemos puesto a ello, como arqueólogos que trasladan un arca; con el respeto, la angustia y el dolor de aspirar tu perfume como si aspiráramos los momentos pasados, hemos ido colocando en bolsas tu vida de tantos años. Tu enciclopedia de la Salud, tu Larousse francés-español, tus agendas turcas, las notas y post-it con tus claves sobre la pantalla del ordenador, tus fotos de una niña vietnamita que sonríe, tu mural de imágenes de la familia…todo ha ido desapareciendo de nuestra vista. En orden inverso a nuestra pena. Pena que le ha hecho sentarse a nuestra compañera, y tocarse la barriga, esperanzada en que las niñas que vienen le hagan olvidar estos días. Dos rosas que llegan y no dejaron de darle patadas durante tu funeral.
Cuando dejaste de trabajar, una orquídea y un hibiscus, quedaron a nuestro cuidado, y hubo un tiempo, coincidente con tu primera recuperación, que les brotaron muchas flores. Te mandé una foto, para decirte: fíjate, el rosa de tus orquídeas, subirá a tus mejillas, ya verás cómo esto es una señal de que pronto, muy pronto, vuelves.
Pensaba en ello, en tu despacho, junto a la compañera, tras manejar todas tus cosas, con la desvergüenza de quien ya ha hurgado en tu intimidad, con la impudicia de quien se libra de los recuerdos, con la culpa de quien no te ha visitado lo suficiente, con la conciencia de quien despierta del sueño y descubre la pesadilla, con la excentricidad del que lo da todo por perdido, cuando he apretado contra mi pecho unos apuntes tuyos, la compañera me ha dado las gracias por ayudarla, y he salido al pasillo, precipitado, cobarde y fugaz, para que no me viera llorar.
Tus cosas han salido al rato, camino del despacho de tu marido. Y un silencio se ha instalado en el corredor. Un silencio de viernes, de víspera de descanso y olvido. Luego ha llegado la visita del hijo de una de tus mejores amigas, y la sonrisa del niño, sus carreras y besos, la vida en estado puro nos ha devuelto la sonrisa. Y sólo el niño, residenciada en él la alegría y la verdad, ha suavizado el viento, tranquilizado las olas y devuelto a los elementos la benevolencia que nunca debieron abandonar…
Mi querida Chini, descansa en paz, descansa en estos corazones que no te olvidan, vive en ellos y apodéralos de tu amor mientras sigan aquí. Gracias por haber sido mi amiga. Para ti, para tu recuerdo, todos los besos…
cabello al viento
Nota: esta es la continuación de la primera parte «Soave sia il vento» que puede leer en el siguiente enlace : http://goo.gl/Rh1t9G
http://nightingaleandco.es/soave-sia-il-vento-i/

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