Qué tal si deliramos por un ratito…
(A la manera del maestro Galeano)
¿Qué tal si deliramos por un ratito?
¿Qué ocurriría si en medio de esos interminables pasillos blancos, los médicos y las enfermeras dejáramos de ser sombras y mirarnos a los ojos? ¿Qué si las enfermeras dijéramos lo que pensamos de vosotros, los médicos? ¿Qué ocurriría si de verdad creyéramos que otra forma de trabajar juntos es posible?
En esa conversación utópica nuestras miradas y voces de enfermeras se encontrarían a la misma altura que las médicas, porque el aire no estaría viciado por el miedo de la pérdida de vuestra posición. La confianza y respeto se ganaría gracias al trabajo diario, no por lo que dice una tarjeta colgada de una bata blanca.
El equipo médico dejaría de ser esa familia que se cierra puntualmente en una sala para decidir los destinos de los pacientes. Abriría sus puertas para que otros participantes del cuidado y bienestar de los que sufren colaboraran en los planes de tratamiento. El jefe de ese servicio sería el que está enfermo, no un señor de cuello almidonado que se encuentra más allá del finísimo filo del bien y del mal.
Ese médico recolectaría su más valiosa información hablando y compartiendo su tiempo con aquel al que cuida. El ordenador y sus datos se convertirían en algo semejante a la lavadora o la nevera, pero no el elemento más importante a la hora de establecer decisiones que afectan a algo tan valioso como la vida de una persona. Dejaría de ser entonces una colección de vísceras irrigadas por sangre para convertirse en un ser humano.
El médico soñado por las enfermeras no tiene miedo a equivocarse, porque no participa en la carrera del orgullo. Aceptará que otra forma de hacer las cosas es posible. Porque todos caminamos en una misma dirección, aportando distintos tipos de zancada.
En ese nuevo mundo, se premiará al médico que se siente como uno más entre el resto del equipo. Se prestará a compartir vida, café y tantos momentos de alegría y tristeza. Porque la confianza se gana fácilmente si uno es capaz de compartirse a sí mismo. La única regla impuesta será la de tener que hablarnos, y quizás, con suerte y práctica, aprender a escucharnos.
Los médicos no creerán que llamamos para reclamar calmantes y ansiolíticos porque nos molestan los pacientes, sino porque realmente nos preocupa el grado de sufrimiento que debemos tratar de consolar durante horas.
Los médicos no creerán tampoco que nos negamos a levantar o dar de comer a los pacientes porque eso supone un trabajo extra, sino porque consideramos también otros factores como su dolor, capacidad, angustia…que lo dificultan. Confíen en nosotros, pasamos largos turnos y días con ellos, TODO EL TIEMPO, somos una buena fuente de información.
Somos las mismas enfermeras que cuando ustedes comienzan sus residencias. Acuden a nosotras entonces para buscar consejo y ayuda cuando las cosas marchan mal. Por eso nos maravillamos cuando un pedazo de papel nos transforma de repente en un “personal subordinado” cuya opinión deja de ser valiosa. En otro mundo posible, ese nuevo médico seguirá caminando y creciendo junto a nosotras, no lejos.
La formación y participación en congresos y cursos dejará de ser un privilegio al alcance del «primogénito de la familia». Incluso en un ejercicio de ensoñación, seríamos capaces de estudiar y buscar por las mismas sendas, que mostraríamos orgullosos al resto de nuestros semejantes.
En ese mundo: hospital, centro de salud, residencia… soñado, nadie tendrá miedo de nadie, y todos creceríamos en plena imperfección. Nosotras, las enfermeras, seremos capaces de deciros a vosotros, los médicos: gracias por ser capaces de intentar curar a aquellos cuyos días se acortan y cuyas noches quizás sean las últimas. En este mundo a veces doliente y muy oscuro, los médicos y las enfermeras romperemos fronteras y seremos compatriotas de una misma tierra.
Dedicado con todo el cariño a los médicos que hicieron verdad este nuevo mundo soñado y compartido con las enfermeras. Con el deseo que se haga extensible a todos nosotros
- Electrolitos, información útil para enfermería.
- Las siete de la tarde
Esperemos que ese tiempo no tarde en llegar a algunos medicos y confien en la palabra de la enfermera y aprecien nuestro trabajo
Genial visión de un mundo soñado, que sería posible si, como tu dices, el enfermo fuese siempre el jefe de servicio y centro de nuestra atención en todos los sentidos…por soñar …creo que es posible! !!!gracias Ana por compartir! !!!
Gracias Ana, por expresarlo también. Lo que espero q deje de ser una utopía y se convierta en realidas