Cuando todos fuimos uno
La imagen que contemplan no es real, se trata solamente de un sueño, el mío. La de un niño rodeado de sus hermanos y amigos que miran curiosos a la cámara con engañosa quietud, dispuestos al asalto de nuevos juegos y búsquedas. Pero la verdadera imagen de ese niño permanecerá siempre en el anonimato y la invisibilidad de casi todos. Pero nunca en mi mente. Su rostro se me ha aparecido incesante a lo largo de estos años preguntándome cómo no pudimos salvarle, el por qué de su muerte y la injusticia de una vida perdida en aras de la miseria y la enfermedad. Los cooperantes que tenemos la suerte de trabajar en otros lugares, traemos de vuelta un equipaje lleno de dudas, errores y preguntas sin respuesta. Y también el reconocimiento de nuestros límites, que de forma frustrante se manifiestan una y otra vez, ajustando nuestro paso y cuidado por aquellos que están enfermos.
En un día sofocante del verano nigeriano del 2011, el ruido de tu difícil respiración, pequeño niño, ser, hermano, me alertó de inmediato al entrar en la sala pediátrica. Apenas eras capaz de introducir aire en tus pulmones y tus ojos hundidos en una cara de hambre infinita me miraban relatando una angustia que tus labios habían perdido la capacidad de expresar. No estabas solo. Tu madre te sostenía angustiada, sin saber que hacer por ti. La lucha hasta llegar a nuestro centro debió ser prolongada, porque apenas te quedaban ya fuerzas y finalmente, dejaste de respirar. Te tomé de sus brazos y con los demás enfermeros y médicos iniciamos una batalla que se prolongó durante al menos tres cuartos de hora. Yo me negaba a rendirme y un doctor nigeriano tuvo que sujetarme las manos para que dejara de dar el masaje cardiaco. Me negaba a aceptar el horror de contemplar tu rostro inmóvil y frío, que seguro había sido la alegría de tus padres, hermanos, amigos…
Al levantar mi cara y contemplar el resto de la sala, repleto de camas oxidadas ocupadas por madres con sus niños,me llegó su silencio extremo y su mirada llena de vacío y dolor. Estas mujeres, que compartían la dureza de su vida y lo que supone la lucha por que sus hijos lleguen con vida a la etapa adulta, eran conscientes de lo vivido con ese pobre niño y su madre, de forma ferozmente desnuda y a la vista de todos. Tras el silencio, todas, de forma unánime, se cubrieron la cabeza y el rostro con las telas con las que sostenían a sus hijos y abrazándoles angustiosamente, empezaron a llorar en un duelo que las transformaba de repente en la madre del niño fallecido. En ese momento todas fueron una en su llanto: madre e hijo.
La escena me conmovió intensamente en ese momento, pero mis responsabilidades me obligaban a no perder el control, debía acompañar a la madre y asegurarme que alguien de la comunidad avisara al resto de la familia.
Más tarde, cuando había repasado cien veces el protocolo de actuación en mi cabeza y me angustiaba al compararlo con las posibilidades y medios a los que podía haber tenido acceso el niño en cualquier hospital occidental, me embargó la tristeza. Recorrí el perímetro del edificio hacia la parte trasera donde el pequeño esperaba ser recogido, e hice lo único que me restaba por hacer: llorarle. Al hacerlo, más allá de las diferentes culturas y lugares de pertenencia, me uní a sus madres y me convertí en una con ellas.
“Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo”[1]
Eduarno Galeano
[1] Eduardo Galeano, Carta de agradecimiento al recibir el Premio Stig Dagerman, en Suecia, 12 de Septiembre del 2010.
- Medidas no farmacológicas en la rinitis alérgica estacional.
- 1 de Junio, “Día Nacional del Superviviente de Cáncer”
Esta es la forma de prestar voz a quienes solo hablan con su vida. Nos toca a nosotros hacerlos visibles. Gracias.
Buenas noches José M.:
Le agradezco sus palabras. Los cooperantes nunca terminamos la misión. Tenemos la obligación de llevar esa voz de los más invisibles a otro mundo que parece totalmente distinto: el nuestro.
Un saludo
Ana Medina
Que lindas y que tristes tus palabras nuestra profesion es asy nos pone de un lado y del otro.
Buenas noches Celeste:
Agradezco tu comentario y la lectura de la entrada. Como bien dices nuestra profesión nos trae a veces alegrías y otras penas
Un saludo
Ana. Medina
Hola Ana Maria. A sido muy emotiva tu entrada y me a gustado mucho besos.
Buenas tardes Leticia:
Muchas gracias por tu comentario. Mi intención era mostrar ese resquicio de mundo que permanece la mayor parte del tiempo invisible
Un saludo
Ana Medina