La ilusión se transforma en una nueva vida
Mi nombre es Miriam y desde hace casi un año estoy enamorada de un rubiales de once meses, con sonrisa fácil, carácter alegre y de nombre David.
Nací en Madrid, y aunque he viajado mucho, mi ciudad preferida es Madrid.
¿A qué me dedico? A intentar fomentar unas condiciones de trabajo seguras para las personas. ¿Por qué? Porque considero que el Capital Humano es el más importante, tanto en una organización como en la vida diaria, de ahí que cada vez vea más la importancia que tiene tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti.
Entre mis aficiones destacan la música, leer un buen libro frente a una chimenea, salir al aire libre, sobre todo a la montaña en invierno, y cómo no, la principal y más importante, pasar tiempo con mi familia, ahora un poquito más grande gracias a David.
El nacimiento de un niño es un momento crucial en la vida de una mujer, y de forma añadida también lo es para su pareja y familia. Se trata de un proceso fisiológico que no obstante, requiere un seguimiento médico y atención especializada, con el fin de evitar cualquier complicación derivada del embarazo que pudiera perjudicar la salud de la madre o del niño. ¿Cómo integrar entonces un evento vital que es natural, dentro de un contexto médico que de forma habitual se dedica a procesos patológicos? A lo largo de los años, matronas, enfermeras y médicos se esfuerzan por hacer de este momento un tiempo de mayor intimidad e independencia para la pareja que trae al mundo una nueva vida. Nos parecía importante traer a nuestro blog la voz de los que han vivido la experiencia recientemente. Por esta razón invitamos a Miriam, madre recientemente, a que contara para nosotros cómo vivió el tiempo en que David llegó a ella. Desde aquí queremos agradecerle su generosidad al compartir un momento tan especial con nosotros.
Nightingaleandco
Miriam nos cuenta:
¿Qué decir de la experiencia de ser madre por primera vez? ¿Cómo plasmar en un papel tantas sensaciones vividas en un solo instante?…
Creo que aún hoy, no soy consciente del gran milagro que he vivido en primera persona. Tras nueve meses de un embarazo estupendo, llegó el gran momento. Ahí estábamos en el hospital dando tiempo a que David se abriera camino y pudiera nacer.
La verdad es que tengo muy buen recuerdo de mi estancia en el hospital. Al principio, he de admitirlo, me encontraba un poco asustada por tanta novedad. Pero poco a poco, los nervios se fueron transformando en ilusión. No podía ser de otra forma ante el gran cambio que estábamos a punto de experimentar. Esta ilusión brotaba de las ganas de contemplar esa nueva vida que estaba por llegar y que haría posible la creación de una familia en la que David pudiera crecer fuerte y feliz.
En los momentos previos al parto debo decir que cobra una vital importancia el equipo de profesionales: la matrona, las enfermeras, el médico, etc. Todos y cada uno de ellos me aportaron su experiencia, tranquilidad y sus explicaciones sobre lo que me estaba pasando y lo que estaba por llegar en unos minutos. Los controles continuos y los gestos de ánimo son los aspectos que más recuerdo de esos momentos. Porque cuando todo el equipo, aun habiendo asistido a tantos otros partos, hacen que te sientas prioridad y demuestran que lo más importante de este mundo es el nacimiento de tu hijo, los miedos desaparecen y te pones en sus manos. Y es en ese momento cuando, sin darte cuenta, todo ha pasado.
Nunca olvidaré la primera mirada de David, aun unido a mí a través del cordón umbilical, rodeado de personas que nos prodigaban tanto a él como a mí y a su padre, el ánimo, las enhorabuenas y el cariño que necesitábamos en ese momento.
¿Cómo es posible ese gran milagro? Unos segundos antes apenas le conocía, y ahora, entre mis brazos, un nuevo ser humano con grandes ojos abiertos que contemplaban el mundo y expresaban lo vivo y curioso que iba a ser.
Si tuviera que elegir alguna escena de lo vivido, sin duda me quedo con ese primer encuentro entre mi hijo y yo, Ese cúmulo de sensaciones, alegría, emoción, protección…pero sobre todo: AMOR, así como está escrito, en mayúsculas. Un Amor como nadie, hasta que eres padre o madre, puedes entender. Si ya desde el primer mes de gestación eres capaz de experimentar esa entrega, cuando tienes a tu hijo en brazos por primera vez este sentimiento se desborda por primera vez y de forma definitiva.
Desde este punto en la vida, la suya y la mía, eres consciente que harás siempre lo indecible por protegerle. Caminaremos juntos desde aquí
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