NIGHTINGALE & CO

Las enfermeras que lloran.

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Ahí las tienen, tres enfermeras llorando. Apoyadas en la pared de un pasillo de hospital. Las tres juntas pero sin tocarse, buscando tímidamente el apoyo del sentimiento compartido. Una de ellas ha ocultado su rostro con ambas manos porque la situación parece haberla sobrepasado y teme la exposición de su sufrimiento. Desconocemos que las ha llevado a llorar desconsoladas a ese lugar. Quizás acaban de estar con una mujer anciana en el duelo de su marido. A lo mejor un niño enfermo perdió la batalla contra un corazón demasiado débil para sostener el ritmo de su latido.  Incluso es posible que  una persona enferma a la que cuidaban durante meses y de la que conocían el nombre de sus hijos, de su perro y su música favorita, ha muerto durante su turno de trabajo. Nunca lo sabremos. Pero eso no es lo valorable de la imagen. Lo que atraviesa la barrera entre ellas y nosotros es su capacidad humana para el llanto. De compartir el dolor con el otro.

Precisamente, el término acompañar significa “estar con otro”, “existir o hallarse en una persona”. Consiste en participar de los sentimientos ajenos. Y eso es, a mi entender, una de las esencias de lo que es y hace la enfermería.

Aquí entra en juego algo que se relaciona usualmente con la dimensión religiosa, pero que es preciso reivindicar también fuera de ella: la compasión. ¿Qué supone? Tomar conciencia de los demás, ponerse en su lugar, sentir con el otro: com-pasión.

En estos días, parece que la atención sanitaria gira en torno al cuidado altamente tecnificado y especializado. El personal sanitario se preocupa mucho por dominar la técnica, por estar al día de los últimos hallazgos en investigación. Eso también es necesario, por supuesto. Pero en ocasiones, el desarrollo científico-técnico de nuestra profesión puede constituir una barrera frente a la persona que sufre, si la ponemos por encima de la dimensión humana del cuidado. Porque no queremos tener en cuenta las necesidades que ellos sienten, queremos decidirlas por ellos. Es cierto que cada vez en mayor número, se alzan grupos de trabajo que intentan conseguir el compromiso de los profesionales en cuanto a la humanización en el cuidado.  En un esfuerzo por ganar terreno a esta otra forma de cuidar, se elaboran protocolos y guías que persiguen el cambio. En muchas ocasiones, esto queda en papel mojado. Meros y bellos trabajos presentados en congresos que dejan una pátina reconfortante de humanista en tiempos renacentistas.

Hay muchas fuerzas que intentan ganar terreno a la inconsciencia, a este dejar de ver y sentir con el otro. Entre otros muchos motivos encontramos la saturación de trabajo, la rapidez y excelencia con que se nos exige atender a los enfermos, el alejamiento emocional que nos hará capaces de pensar con más claridad y profesionalidad (supuestamente, claro)…Todo esto nos aleja de saber que la persona a la que cuidamos EXISTE realmente y es como yo.

Tomar conciencia del otro, es decir,  ser compasivo, es la herramienta imprescindible, el puente, para pasar a la acción. Por eso es esencial que no se rompa este circuito de compasión y acción en el cuidado de enfermería. Nos coarta sobre todo el miedo al sufrimiento. Pensar que si  rompemos la línea emocional con el que padece a mi lado, podemos introducirnos en momentos de desesperación. Es preciso por tanto ejercitarlo para que seamos realmente un apoyo sin que esto implique un desgaste emocional. No hay que llamarse a engaños. Es complicado, el camino de toda una vida de aprendizaje. Pero las enfermeras que lloran en los pasillos, llevan su profesión a ese más allá que las transforma como personas. Ya nos lo dijo la santurrona de  Nigthingale: “ Esta es la diferencia: la vida no es un sacrificio, es la participación en una labor, la más satisfactoria de todas”

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18 pensamientos en “Las enfermeras que lloran.

  1. Silvia Rojas

    He sido enfermera por 32 años, y siempre lloro, si un paciente se va , si la familia me pide más y no puedo entregarle más, cada paciente es un mundo, cada paciente que nos deja , deja una cicatriz, y estoy orgullosa de cada cicatriz, algunas más profundas que otras, algunas de alegría , otras de hondo pesar. Muchos recuerdos , mucho aprendizaje.
    Excelente relato , que nos refleja como lo que somos ENFERMERAS.

    Un abrazo

  2. Teresa

    He sido enfermera durante 45 años…he adorado esta profesión que me ha dado grandes alegrías pero también me ha causado mucho dolor…y sí las enfermeras lloramos y muchas veces nos llevamos a casa angustias,tristezas,ansiedades…Siempre he creído que en mi trabajo lo primordial es el «cuidado»de los pacientes y eso conlleva procurarles el mayor confort posible, lo que no siempre puede ser (falta de personal que hace que no puedas dedicar el tiempo necesario a cada uno),miedo a empatizar demasiado lo que te puede llevar a no poder soportar el dolor o a no ser objetiva. En mi caso he de decir que lo mas difícil ha sido mantener el equilibrio entre la humanidad (no la compasión) y el exceso de empatía.Pero he de decir que me siento muy orgullosa de pertenecer a esta profesión y que se es enfermera siempre,aunque ya no te dediques a ello de forma profesional.

  3. Diego Luis Antúnez

    Yo soy auxiliar de enfermería, (enfermero auxiliar) sí , siempre se ha dicho que llorar es de mujeres y el personal de un hospital no deben de llorar y menos en público. Trabajamos con personas y para personas . Los pacientes que no son sólo s los enfermos sino las familias u sus circunstancias tienen sentimientos, que nos transmiten además nos recuerdan a algún ser querido que hemos podido tener en iguales circunstancias.
    Deciais de los jóvenes la mayoría no han vivido la enfermedad de un ser querido y la sociedad que viven se centra en otros sentimientos y vivencias.
    Llorar es bueno, y empatizar con el paciente pero hay que enterrar al paciente segun sale y acortar el duelo, de otra forma Estamos condenados a sufrir depresiones porque no contamos con un apoyo de psicología que nos recuperé. Cómo no contamos con fisioterapia que cuiden nuestra musculatura.

  4. Sonia

    Amo ser enfermera, y considero que nunca deberíamos perder la sensibilidad por nuestros pacientes. Yo también he llorado algunas veces cuando nadie me ve, ante el sufrimiento de mis pacientes y sus familiares, ante la impotencia de no poder hacer algo más por una vida que se apaga. No es malo llorar, Dios me conceda ser una enfermera humanizada.

  5. Pilar

    Fui enfermera de UCI.
    Me enseñaron a no llorar, a separar, a colgar la bata cuando salía de trabajar, y cuando creí tenerlo controlado, sentí un vacío como profesional y dudé, dudé mucho sobre mi lugar, mis elecciones.
    Opté por permitir que me invadiran las emociones, acercarme a los familiares, tocarles y llorar juntos. Y ahí, me encontré, y encontré el verdadero sentido de la profesión.

  6. Fabiana Bonilla

    Muy cierto nos dicen no llorar y como no hacerlo si tu paciente lo sientes como tú familia y como no llorar cuando no puedes sacar la gotita a un bebé, un niño es lo más duro, pero delante de ellos aprender a ser fuertes, nuestra profesión es bella, y de verdad no hay que perder el amor hacia nuestros pacientes

  7. Angélica

    Se nos enseña a no llorar dicen, no lloramos frente a nuestros pacientes ni familiares… aunque los ojos nos jueguen una mala pasada. Pero cuando se sale, se llora y puta que se llora, se llora con el corazón.
    Trabajar con niños a mi me mató por completo, siempre volvía llorandome la vida en el colectivo y cuando llegaba a casa me secaba las lágrimas.
    ¿Cuántas veces me vio mi madre llorando contra la pared recordando que hoy operaban a una beba y yo no estaba ahí por que no era mi turno? No me quedaba otra que rezar y estar a su lado de otra forma.

    ¿Quién no se escondió en el baño y largó el llanto? La enfermería es humana y está humanizada.

  8. Miriam

    A ver…en nuestro estudio se nos enseña q no debemos llorar y ser fuertes..xq perdemos el objetivo…y aquí vemos todo lo contrario…yo opino q es inevitable no #sentir…y dolernos x el otro…sólo q frente al paciente debemos estar fuertes! Y ser sutiles…yo amo mi profesión…me en cariño con los pacientes…y me duele su partida…más aún si estuvo muchos días de internacion.

    1. Marcia

      Se nos enseña no llorar, pero con los sentimientos no se manda. Esas enfermera. Lloran si, pero en un pasillo, no hay pacientes ni familiares ni nada de nada, son ellas con sus sentimientos

  9. Maria Rosa

    Soy enfernera de terapia intensiva, si muchas veces he llorado por mis pacientes y conforme pada el tiempo más sensible me pongo. También hayque destacar que una gran parte de los nuevos profesionales son muy tecnicistas, los que los hace más frios, lo que les importa escumplir en tiempo y forma olvidándose aveces que se trabaja con seres humanos que se estan en estado de vulnerabiliad ostentando poder sobre el paciente. A mi criterio si bien hay que estar a la vanguardia con los conocimientos NO SE DEBERIA DESHUMANIZAR A LA ENFERMERIA, es mi humilde opinión

  10. Cintia Tivano

    Todavía no tuve la posibilidad de trabajar,pero puedo contarles que muchas veces ,luego de mis prácticas hospitalarias donde viví muchas situaciones fue imposible contener mis lágrimas, esas que nacen desde lo más profundo!

  11. Joselin Rodríguez

    Y ésto tiene mucho que ver con la preparación como estudiante, cuando tus maestros te indican que hay cosas más importantes que el tacto, la pregunta cálida y hasta el gran abrazo, si llegas a realizar alguna de éstas nuestras de calidez perderás el tiempo en «la prioridad», cosas de segundo plano como la nota y el medicamento. Me encantó y yo si soy de las enfermeras que lloran, cada paciente me ha dejado una cicatriz, algunos superficial y otros muy profunda.

  12. Ana Medina reina

    Gracias Soledad, por leerlo y dedicarnos tu comentario. En nuestra profesión es muy necesaria la reflexión y la práctica del humanismo

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