NIGHTINGALE & CO

SU MAJESTAD, MISS NIGHTINGALE

Miss Nightingale 2   Ahí la tienen, sentada extraordinariamente erguida y con aspecto de austera matrona victoriana. A la serenísima emperatriz de la enfermería moderna, Miss Nightingale. No se dejen engañar por el gesto moderado y la suavidad con que su majestad posa las manos en el regazo. Miss Nightingale esconde tras esa fachada de “Ángel del Hogar”, abnegada y sufrida mujer, a un guerrero capaz de huir a todo un campamento armado (al menos desde luego, a sus médicos castrenses). En ocasiones Florence Nightingale invitaba a toda la clase de estudiantes de su escuela de enfermería anexionada al St. Thomas Hospital a que la visitara en su residencia de verano, la casa familiar que la familia Nightingale tenía en la bella región de Derbyshire. La imagen corresponde a una de estas visitas, cuando Miss Nightingale era ya anciana.

Todas las enfermeras, como no podía ser de otra manera, posan inmaculadas en sus uniformes. Podemos incluso llegar a sentir el picor del contacto de esos rígidos cuellos y puños almidonados y escuchar el “frufrú” de las tiesas enaguas cuando las mujeres se dispersaran hacia los campos verdes de la campiña inglesa. Como personas educadas y civilizadas no posan su mirada adusta de forma directa en el objetivo de la cámara, eso distorsionaría la armonía del conjunto. Una buena enfermera debe demostrar su humildad y falta de vanidad en su gesto serio, reposado y calmo. Hay alguna listilla que quiere escaparse de la norma atreviéndose a mirar al fotógrafo e incluso  sonreir…No se indignen por la afrenta, las rebeldes se las verán más tarde con Miss Nightingale. Ella es quien mejor las tiene caladas, sin duda, porque pertenece a su especie, el de las revolucionarias, quiero decir.

A lo largo de los años, según releo su escrito Notas sobre enfermería, qué es y qué no es, y contemplo los hechos de su apasionante vida, no puedo por menos que advertir ciertas contradicciones. Es un hecho irrefutable, en mi opinión, que Florence Nightingale luchó por el logro de la profesionalización y legitimación de la enfermería con un fundamento científico como cimiento y un corpus teórico propio que lo articulase. Pero para ello, para la construcción de nuestra profesión, tomó como justificación los valores “naturales” de la mujer: la obediencia, el sacrificio y  la abnegación propios de las esposas y madres, para que fueran invertidos en la profesión enfermera. Para F. Nightingale, los valores femeninos exaltados por la moral victoriana eran imprescindibles para el desarrollo de la enfermería profesional. Por eso dentro del mundo sanitario propone la creación de un campo reservado exclusivamente a la mujer (enfermera), separado por completo del campo masculino (el médico). Sin embargo, a pesar de preconizar la necesidad de una mujer enfermera casta, inocente, que deniega su papel en la sociedad como esposa y madre para invertir su don natural para el cuidado:

“…Quien, con pasos suaves y tono gentil Domina el débil espíritu Y abre los ojos lánguidos, Cuando, como el ala de un ángel, se siente fugazmente pasar”[1]

Esconde por otra parte, en su obra Notas sobre la enfermería, frases como:

“atrévete a alzarte tu sola”

“yo diría a todas las jóvenes que se sientan llamadas por cualquier vocación en particular que se cualifiquen para ello del mismo modo que lo hacen los hombres”

Para lograr su objetivo Nightingale, a lo largo de su vida, tuvo que escapar de esas mismas reglas que legitimaban la presencia de la mujer como “ángel del hogar”, baluarte de la moral y la pureza doméstica (y que ahora intentaba establecer como base moral también de la enfermería). El primer escalón que lo posibilitó fue la educación recibida  por decisión de su padre William Nightingale, quien le dio acceso al aprendizaje en diversas lenguas, Historia y Matemáticas, con la oposición manifiesta de su madre. Como en toda familia acomodada de la época, a ella sólo la preocupaba conseguir un marido adecuado para Florence (destino al que se opuso).

Luego llegó la prueba de Crimea en 1854. Y allí, sus éxitos en el hospital de campaña de Scutari, fue donde Nightingale ganó su voz y la autorizó para llevar a cabo transformaciones en el sistema sanitario, que la hicieron ganarse el respeto de la propia reina Victoria, su gobierno, y sobre todo, la admiración y cariño del pueblo británico. La sombra de un candil recorriendo seis kilómetros de pasillos de hospital tras extenuantes jornadas de trabajo hablan por sí solas de la tenacidad de esta mujer. El reto durante la guerra no fue en absoluto nimio. Ninguna mujer hasta ese momento había ocupado cargo alguno en ningún puesto oficial del ejército. Pero Florence definió una estrategia en su propia batalla: no ganarse la antipatía de los médicos y no romper su jerarquía, haciendo que sus enfermeras se sometieran sin discusión a sus decisiones. Pero al mismo tiempo, ejercía una presión incesante sobre las autoridades militares para conseguir mejoras en la intendencia, sala de lavandería, ropa de cama, etc.

En mi opinión personal, pienso que la estrategia aplicada en Crimea fue la que utilizó Nightingale más tarde para llevar a cabo su transformación en la profesión. Presentado a las enfermeras dotadas de las cualidades esperadas en la mujer ideal inserta en la cultura victoriana, su aceptación sería posible. Quizás desde esta posición autónoma con un campo propio, la enfermera  podría llegar a dialogar con mayor igualdad con el otro estamento: el masculino y médico.

A mis ojos, desde la lejana posición del S. XXI no termino de comprender como Florence no llevó más allá su revolución  y no planteara el crecimiento profesional desde la igualdad en vez desde la diferencia. Pero eso es exactamente lo esencial, que Florence Nightingale vivió una época con diferentes barreras y pensamiento que las mías. Como dijo la propia Florence en una conferencia sobre educación en las universidades de St. Andrew y de Glasgow: “[…]educar no es enseñar al hombre a saber, sino a hacer” La necesidad de transformar la realidad sanitaria que la rodeaba era tan ingente y necesaria que la estrategia para lograrlo debía integrar la cultura victoriana para conseguir su éxito. No puedo por menos, aún desde sentimientos contradictorios, de reconocer su contribución a la profesión enfermera que da nombre a nuestro blog. Y recordar las palabras que Benjamin Jowett le dedicó a su majestad, Miss Nightingale, en 1879:

“Usted despertó sentimientos románticos en muchas personas hace 23 años, de regreso de Crimea […] pero ahora trabaja en silencio y nadie sabe cuántas vidas salvan sus enfermeras en los hospitales, ni cuántos miles de soldados […] están vivos gracias a su previsión y a su diligencia, ni cuántos indios de esta generación y de las generaciones venideras habrán sido preservados del hambre y de la opresión gracias a la energía de una dama enferma que apenas puede levantarse de la cama. El mundo lo ignora o no piensa en ello. Pero yo lo sé y a menudo pienso ello”

Más de un siglo más tarde también yo pienso en ello, y en el legado de las enfermeras que a lo largo de mi vida, me han enseñado lo que significa ser enfermera. Por eso te digo de tú a tú, Florence, ¡ Feliz 8 de Marzo!

 BIBLIOGRAFÍA:

  • Attewell, A. Florence Nightingale.  Perspectivas: Rev. trimestral de educación comparada. París, UNESCO, vol. XXVIII, nº1, marzo 1998, pp. 173-189
  • González Gil, T. Florence Nightingale. Profesionalización de los cuidados des de una perspectiva de la Antropología Feminista.  Cultura de Cuidados, rev. de Enfermería y Humanidades, 1er semestre 2005, Año IX, nº17, pp.33-40
  • Nightingale, F. Cassandra and other selctions from suggestions for thought. London, Pickering&Chatto, 1991
  • Nightignale, F. Notas sobre enfermería. Qué es y qué no es. Ed. Masson, España, 1993
  • Moore, L. Antropología y feminismo. Ed. Cátedra, 1996
  • Pollard, E.F. Florence Nightingale. The Wounded Solider´s Friend.  Traducción de Javier Prieto Goitia. Edición especial centenario. Edita Colegio de Enfermería de Bizkaia.
  • Roca I Capará, N. las relaciones de género en el cuidado de enfermería. Enfermería Clínica, Vol.6, Núm.4, pp.30-36


[1] Eliza F. Pollard .The Wounded Soldier´s Friend. 1890

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