NIGHTINGALE & CO

Cosas que nunca te dije

 

Cuando mi padre estaba en el hospital, durante la fase final de su enfermedad, el tiempo parecía haber detenido su curso por completo. Los cambios de luz, de estaciones, los retrasos del tren y la nevera vacía carecían de importancia. De repente, lo que era prioritario se había convertido en algo claro y todo lo demás eran trivialidades en las que no podíamos gastar ni un segundo.

Recuerdo que una tarde, a la vuelta de mis clases en la universidad, relevé a mi madre en esa silla a pocos centímetros de la cama de hospital. Era uno de los escasos momentos en los que ella dejaba a mi padre para poder asearse y comer algo atropelladamente para luego regresar y enfrentarse a otra noche de dolor juntos.

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Al llegar a la habitación, mi padre vio como dejaba mi inseparable reproductor de música en la mochila y me preguntó si podíamos escuchar algo. Él amaba profundamente la música, algo que me ha legado como uno de los regalos más preciados. Ahora pienso, después de tantos años, que en esos momentos mi padre necesitaba más que nunca algo de belleza para hacer su vida más soportable. Sintonizamos la radio y un auricular llegó a la oreja izquierda de mi padre y otra a la mía. Los primeros acordes del cuarteto “La muerte y la doncella” de Schubert sonaron y esa pasión desgarradora por la vida amada que terminaba nos inundó a ambos[1]. Schubert la escribió cuando acababa de conocer que padecía sífilis, se estaba muriendo y se encontraba totalmente arruinado. Mi padre cerró los ojos y se sumergió en la música junto a mí, unidos por un fino cable que transportaba milagrosamente palabras que para mí eran indecibles. En esos treinta y cinco minutos de violines, cello y viola danzando con la muerte, la vida me pareció más valiosa que nunca.  De una forma transparente, fui consciente de que ese instante era irrepetible y de la insoportable realidad de que fuera así.

El neurólogo y escritor Oliver Sacks nos ofreció un regalo inmenso en los últimos meses de su vida. sacks_scourfieldEn Febrero del 2015 publicó en The New York Times un artículo llamado “De mi propia vida” en el que contaba que padecía un cáncer terminal[2]. A éste le sucedieron varios más, el último publicado apenas dos semanas antes de su muerte. Leerlos es una experiencia transformadora. Con su naturalidad literaria habitual, que se hace grave por las circunstancias en las que Sacks se encontraba, observaba con curiosidad científica y detalles de la vida cotidiana la transformación que vivía. Se trataba de un hombre que no tenía ya tiempo para aquello que no fuera esencial. Decía:

“De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo” (Sacks, 2015).

Sacks hablaba de una percepción más distanciada de la realidad, algo muy distinto a la indiferencia. Lo describe como una sensación de desapego por un futuro que ya no le pertenecerá. Declaraba con honestidad sentir miedo, pero sobre todo, gratitud por una vida en la que había amado y a su vez, sido amado. Me es imposible pensar que alguien con este balance final de su existencia, no contase con una perspectiva más clara y directa para enfrentarse al momento cercano de la muerte y priorizar aquellas cosas que considerase importantes para sí.

Si reflexionamos detenidamente sobre ello y a riesgo de asustarles, sería importante plantearse: Si uno supiera que va a morir hoy ¿nos arrepentiríamos de algo? En el año 2009, Bronnie Ware, una enfermera australiana dedicada a la atención de cuidados paliativos se dedicó a investigar sobre ello. Fruto de la relación estrecha y conversaciones con personas enfermas con las que compartía las últimas doce semanas de su vida,  publicó un artículo de gran impacto en su blog.

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En el mismo, compiló un listado de cinco aspectos vitales que estas personas coincidían en haber cambiado en su vida de haber podido volver a su pasado, llamado “Top 5 Regrets of the Dying”[3]:

  1. Ojalá hubiera tenido el valor de vivir una vida fiel a mí mismo y no la vida que otros esperaban de mí: Cuando alguien se da cuenta de que su final está próximo, se hace consciente de cuáles de sus sueños fueron hechos realidad y cuáles quedaron en el camino. ¿Cuáles fueron las decisiones que se tomaron o no tomaron para que esos sueños se construyeran o fueran abandonados?
  2. Ojalá no hubiera trabajado tan duro: La dedicación excesiva al trabajo había restado tiempo a la convivencia con sus hijos, parejas y amigos. Quizás viviendo de una forma más sencilla, podrían haber surgido otras oportunidades en las que se hubiera incrementado el espacio personal.
  3. Ojalá hubiera tenido el valor de expresar mis sentimientos: Muchas personas referían haber reprimido sus sentimientos para evitar enfrentamientos con los demás. La comunicación honesta con los otros facilitaría la construcción de unas relaciones más sanas, incluso habría que considerar librarse de aquellas que sean nocivas para uno mismo.
  4. Ojalá me hubiera mantenido el contacto con mis amigos: Este es uno de los mayores arrepentimientos, no haber dedicado el tiempo y el esfuerzo necesarios para mantener la amistad. Ware observó que todas las personas a su cuidado echaban de menos a sus amigos cuando estaban muriéndose.
  5. Me hubiese gustado darme el permiso de ser más feliz: Sorprendentemente, se hacían conscientes al final de su vida que la felicidad trataba sobre elecciones. Vivir según patrones y viejas normas había creado en ellos un estado de “confort” o familiaridad que estancaba su estado físico y emocional.

Todos estos pensamientos nos hablan de una vida plena y feliz que no tiene mucho que ver con la búsqueda de riqueza, fama, poder y placer. Más bien invita a retornar a una forma de vida más sencilla, donde lo cotidiano tenga suficiente peso para alcanzar el crecimiento personal. Es cierto que la vida diaria puede volverse rutinaria y gris. Pero si esto sucede, quiere decir que en nosotros se ha apagado la capacidad para apreciar las cosas pequeñas, los detalles sencillos que dan sentido y plenitud y que construyen nuestra propia identidad. [4]

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En todos estos años transcurridos desde la muerte de mi padre, me había sido imposible escuchar de nuevo el cuarteto “La muerte y la doncella”. Sus acordes me transportaban de inmediato a una habitación en la que atardecía en un mundo que quedaría marcado por su ausencia. Muchas han sido las experiencias que hubiera querido compartir con él. Cada minuto de mi existencia.  Pero ninguna superior a poder abrazarle, agarrarle de la mano o poner de nuevo un auricular en su oído para poder empaparnos de la belleza de un violín cantando a la vida. Ojalá ese otro  violín que sonó para nosotros ese día ya lejano haya sido capaz de decírtelo, papá. Aquellas cosas que nunca te dije.

 

Bibliografía

  • Cuéllar, H. , Hacia un nuevo humanismo: filosofía de la vida cotidiana,  Scielo,  En-Claves del pensamiento,  3, nº 5, México, Junio 2009.
  • Sacks, O. , “De mi propia vida.” El País. 21 de Febrero del 2015. https://elpais.com/elpais/2015/02/20/opinion/1424439216_556730.html.
  • Ware, B.  , “Regrets of the dying.”(2009), http://www.bronnieware.com/blog/regrets-of-the-dying.

[1] Para poder percibir lo que intento contarles, les invito a que escuchen la interpretación de la obra: Franz Schubert – String Quartet No.14 in D minor, D.810 (Alban Berg Quartett). https://youtu.be/otdayisyIiM

[2] Sacks, O.  , “De mi propia vida.” El País. 21 de Febrero del 2015. https://elpais.com/elpais/2015/02/20/opinion/1424439216_556730.html

[3] Ware, B.  , “Regrets of the dying. ”(2009), http://www.bronnieware.com/blog/regrets-of-the-dying

[4] Cuéllar, H.  , Hacia un nuevo humanismo: filosofía de la vida cotidiana,  Scielo,  En-Claves del pensamiento,  Vol. 3, nº 5, México, Junio 2009.

2 pensamientos en “Cosas que nunca te dije

  1. Isabel Johansson

    Qué bonito haber compartido la música de Schubert con tu padre en esos momentos tan sensibles,pues la muerte ya estaba esperándole.
    Es conmovedor y profundo todo lo que transmites en este escrito.
    Yo creo que al final de nuestras vidas vemos como en una película todo lo que nos gustaría haber sido, pero eso es normal ya que quizá estamos en este mundo para aprender y llevarnos el conocimiento a la otra vida.
    Un abrazo enorme Ana y cuando notes el vacío de tu padre escucha la muerte y la doncella de Schubert que seguro te hablará de él.

    1. admin

      Muchas gracias Isabel por haber dedicado un tiempo a la lectura y reflexión de lampublicación.Como bien dices la vida es un aprendizaje, por eso es tan importante saber descubrir las prioridades vitales a tiempo. Indudablemente, Schubert será siempre para mí un puente de conexión con mi padre. Es una suerte haber podido compartir ese momento con él.

      Un saludo

      Ana Medina

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