NIGHTINGALE & CO

La Mesa de los Ausentes

mesa navidad

 

Ahí la tienen, la mesa del comedor dispuesta ya para agasajar a la familia en Nochebuena. Se ha sacado la mejor vajilla de la casa e incluso los anfitriones se han esmerado especialmente en la decoración. Desgraciadamente no se pueden implicar más sentidos al visualizar la imagen, porque seguro que de ser posible, nuestro olfato se deleitaría con intensos olores de manjares que se mezclan en la cocina y  van extendiéndose por todos los rincones de la casa. Los invitados quizás se encuentren todavía en sus casas, cambiando en el último momento de elección de corbata y poniéndose esa blusa que su madre le regaló por su cumpleaños.

En otras épocas, otras culturas, otras creencias, estaríamos igualmente convocados a celebrar el solsticio de invierno. Juntos nos enfrentaríamos a la noche más larga del año alimentando el fuego del hogar, con la esperanza de que el sol, invicto, triunfara sobre la oscuridad, y quizás de igual forma sobre la muerte.

Algo de este festejo ancestral sigue presente, aún hoy,  entre nosotros. Nos reuniremos  en torno a la mesa y sentiremos que el aliento de los seres queridos hará más fácil vencer al caos de la vida. Algunos de nosotros levantaremos el rostro para contemplar, atónitos, como el comensal que se sentaba usualmente enfrente nuestra ya no ocupa su silla desde hace años. Otros nuevos ocuparán posiciones en una  mesa adicional que ha tenido que prepararse apresuradamente ante la falta de espacio en la principal. La familia comentará apenada como es una lástima que Lucía haya tenido que hacer guardia en el hospital esa noche. Y la vecina, cargada de bolsas, me contará como en Nochebuena harán una especie de picnic en la habitación de la planta de geriatría donde su padre está ingresado; el Señor Manuel adora el guiso de cordero que prepara para la ocasión. Todos ellos ocuparán una mesa de la que están ausentes.

Si buceamos en nuestra memoria, muchos de nosotros hemos sido invitados a la mesa de los ausentes en algún momento de nuestra vida. Ahondo en esta idea y el sentimiento que brota en mí no sin cierto tinte de tristeza y nostálgia, es el de la gratitud. Pensando en todos ellos: los que me dejaron, los que me cuidaron, los que me siguen acompañando en el camino de la vida…me dejo llevar por la emoción  y murmuro: muchas gracias. Al agradecer, vuelvo a hacer presente los motivos que crearon en mí el afecto hacia aquellos a los que agradezco sentimientos, gestos, renuncias…Y sobre todo, me hago consciente de haber sido afortunada. Al agradecer, se comparte la alegría entre el agradecido y el que recibe el agradecimiento.

Este año, como hice ya en otros, iré a la fiesta vestida de blanco para cuidar a los que por su enfermedad faltarán en  su mesa familiar, convirtiéndome yo misma, de esta forma, en otra ausente. Pero será mi gesto sencillo de entrega y agradecimiento para aquellos que en otro tiempo y también de blanco, lo hicieron por mí y por mi familia.

Esa noche, al inclinar su rostro sobre el plato, deténgase por un momento y contemplen la escena que los rodea. Hagan memoria de lo vivido y reconozcan las veces en que necesitó y recibió con generosidad. Será una buena ocasión para mirar al otro y expresar con un simple gesto o de viva voz que le agradecen su presencia, su compañía, su preocupación. De esta forma será más fácil que el sol alumbre la oscuridad de la incertidumbre y sea posible contemplar un nuevo día.

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