NIGHTINGALE & CO

Los ojos de Aminata

 

Aminata

Sí, lo sé.  Esta imagen es una más entre las tantas de niños desnutridos que aparecen en los medios de comunicación. Ya casi lo hemos logrado. Lo de normalizar el horror, digo. Incluso podemos continuar comiendo y haciendo las tareas del hogar sin que el pavor de lo visto en las noticias nos paralice. Hemos sido bien entrenados para ello.

Pero para mí Aminata no es una imagen más. Apareció una mañana del mes de Agosto del 2011 en un pequeño hospital de Lagos, Nigeria. Estaba levemente deshidratada pero sin síntomas de padecer ninguna complicación grave. Su madre no estaba en mejores condiciones que la niña. Tuvo que “escaparse” para que su hija pudiera recibir atención médica, ya que su marido lo desaprobaba completamente. La madre de Aminata estaba también preocupada por los otros hijos que ha dejado al cargo de familiares y vecinas. Sabe que su supervivencia depende casi exclusivamente de ella. Por el hecho de ser mujeres, dentro de la magra proporción de alimentos que llegan a su pobre hogar, la menor ración será destinada para ella y sus hijas. Así lo dicta su cultura y tradición. Niñas desnutridas para vidas desnutridas, de sumisión. 

Pero los ojos de Aminata, demasiado grandes en su pequeño rostro me hablan de su tenacidad. También sus manos. Al iniciar la tolerancia oral que seguimos en estos casos de desnutrición aferró la taza y se negó a que nos la lleváramos.  Lamió una y otra vez la cuchara como si hubiera probado un  manjar de dioses. Aminata fue una de las pocas niñas que no gritaba horrorizada Oyibo! (blanco en dialecto Yoruba) cada vez que me veía. Siempre me relacionó con una taza colmada de un alimento de sabor dulce y saciante. Cuando se dormía succionaba mi brazo como si fuera un chupete, quizás recordando el lugar que su hermano pequeño desplazó en el pecho de su madre.

Los ojos de Aminata  me dicen que quizás en un futuro sea capaz de escribir grandes novelas, o ser la cantora de sus tradiciones orales, o ser enfermera, artista, etc. Lo dramático es que esta pequeña viva la injusticia de no tener la esperanza de un futuro posible. Un futuro en el que  pueda decidir quien ser en el lugar en el que le ha correspondido nacer.

Saramago dijo una vez “yo no escribo por amor, sino por desasosiego”. Este desasosiego acude a mí muchas noches, lo confieso. Al cerrar mis ojos no puedo evitar ver los de Aminata y las de otros niños a los que no pudimos ayudar como a ella. Me pregunto si estará bien, si jugará con sus hermanos y si tendrá posibilidad de ir al colegio. También  me pregunto si hice todo lo posible por ella. Quizás esta es la razón por la que les escribo  en estos momentos, para que esa duda que me acompaña por las noches llegue a ustedes y también les interpele. Y les haga contemplar los ojos de Aminata. 

 

 @ANAMEREINA

 

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