Lucas y yo
Querido Lucas:
El abuelo Manuel, con esos pelos largos enredados por encima de sus ojos, me contó que a ti Lucas, no te trajo la cigüeña, como a mí. Tú viniste de otro planeta, uno muy lejano. Igual que Thor, mi superhéroe favorito. A lo mejor navegaste por el espacio en una nave sideral hasta llegar a la Tierra y poder aterrizar en la barriga de mamá. Luego te quedaste allí nueve meses (para adaptarte bien a nuestra atmósfera) y naciste en el hospital. Todos nos pusimos muy contentos al verte. Al llegar a la habitación mamá me abrazó y me dijo:”-Ya eres un hermano mayor” Y entonces sentí que las zapatillas se despegaban un poco del suelo y que un hilo tiraba de mi hacia arriba, desde mi coronilla. Cuando me senté en el sillón, te pusieron en mis brazos. Eras un bebé rosa con las piernas muy flacas, parecido a los hermanos bebés de mis amigos. Noté que eras muy blando. En ese momento comprendí porqué era importante que te sujetara con cuidado (es que se me cae muchas veces al suelo la taza de cola-cao y papá se enfada por ello,)
Los meses pasaron. Yo iba al cole y tú crecías y te ponías cada día más gordito. Dormías un montón. Algunos días, me ponía triste porque no me hacías caso. Yo te llamaba y enseñaba juguetes, te daba besos y abrazos, pero tú ni siquiera me mirabas. A papá y a mamá tampoco, por eso ellos también estaban muy tristes. Entonces fuimos al médico y nos contó que eras un niño distinto porque tenías algo llamado autismo.
Yo al principio no entendía nada. En clase me habían explicado que todos éramos diferentes: Mi amigo Isra tiene los ojos verdes y yo marrones, a Julia se le da fenomenal el baile y yo no consigo ponerme de puntillas, como ella. Pero al cabo del tiempo, entendí que no podías hacer las cosas de manera parecida a los demás. No podías hablar, te asustaban las situaciones nuevas, y los ruidos fuertes te hacían llorar y gritar. Tampoco te gustaba jugar con mi pandilla a la pelota.
También eras diferente por otros motivos: desarrollaste superpoderes desde que eras muy pequeño. Ahora has aprendido a poner en fila india todos mis clips, formando una flecha gigante que va desde la entrada de casa hasta la habitación de papá y mamá. Cuando te regalan cartulinas de colores, las cortas en pequeños trozos perfectos, exactamente de igual tamaño (¡y sólo usando tus dedos!) Cuando tienes un montón de pedazos cortados los dejas caer al suelo, viendo cómo se mezclan los colores. Entonces papá y yo los recogemos y los guardamos para usarlo de confeti en los cumpleaños. Al lanzarlos desde el techo, esa lluvia multicolor te hace subir los brazos y sonreír. Ese es también un superpoder muy tuyo: cuando sonríes nos contagias a todos. Pero la lista no termina aquí, además, eres un ingeniero de primera. Construyes torres con unas formas alucinantes (seguro que guardas recuerdos de tu planeta de origen) y cuando te hiciste mayor y aprendiste a hablar un poco, nos dimos cuenta de que eres capaz de recordar el nombre de todas las personas que conoces: todos tus compañeros de clase, los míos, los amigos de papá, de mamá, de los abuelos, de los niños que conocimos en la playa hace cinco años…Todos ellos se quedan dentro de tu cabeza. Mientras andas por la calle repites sus nombres una y otra vez, como pasando lista. Siempre te ha gustado que dibuje sus caras en una libreta y escriba su nombre encima. En el papel, la gente no se mueve ni cambia.
Para ti es importante que hagamos las mismas cosas a la misma hora y con la misma gente. Eso te hace sentir protegido. Pero a veces nos lo saltamos: en casa de mamá y papá, al levantarnos tenemos que lavarnos la cara y las manos antes de desayunar. En casa de los abuelos…bueno, allí mola más. Nos levantamos, vemos dibujos tirados en el sofá y luego la abuela Paca nos pone un donut de chocolate para desayunar. Te encanta que yo coja el donut, para luego agarrarme la mano y llevarla hasta tu boca. El donut desaparece en dos mordiscos. Eso sí, si en vez de chocolate, el donut es de azúcar…hay que prepararse para tu enfado.
Pero al margen de estas diferencias, está claro que somos hermanos. A los dos nos gustan con locura las natillas que hace mamá, sus besos, canturrear bajo, la bruja de la Sirenita, dormir en la cama con los papás, las guerras de cosquillas y jugar en el parque. No nos gusta nada esperar, el agua fría, caminar en el suelo sin calcetines, subir escaleras y comer brócoli los miércoles. Vamos, que somos un equipo. Vivimos juntos, y nuestra casa se ha convertido en un cuaderno de dibujo gigante. Para que sepas lo que vamos a hacer en el día, papá y yo hemos hecho un cuaderno con fichas que se pegan. Los dibujos te explican lo que vamos a desayunar, dónde lavarse, qué necesitamos para pintar…Todos los muebles tienen pegados también esos dibujos, para recordarte cómo los puedes usar. A veces me enseñas las fichas y yo entonces sé que me estás pidiendo algo que quieres o necesitas. No creas que es sencillo, muchas veces no logro entenderte. Eso también te pasa a ti conmigo Lucas. Por eso llevo siempre en el bolsillo del pantalón, una libreta y dos lapiceros. En ella dibujo las cosas que quiero explicarte o que simplemente te gustan. Ahora tú y yo tenemos muchas libretas. Mis pinturas te gustan tanto que quieres llevártelas a la cama, para dejarlas debajo de tu almohada. Y eso me hace sentir muy especial. Creo que de mayor seré dibujante.
A veces no me gustan las caras de la gente cuando te miran. No entienden que ser como tú, no es malo. Ellos también son diferentes pero a lo mejor, no se han dado cuenta. Necesitan ir a un cole especial para aprenderlo. Si te vieran cuando estás jugando en la playa, con la arena escurriéndose entre tus dedos, muy cerca de tus ojos… Se darían cuenta que sólo tú eres capaz de ver como la luz brilla en cada uno de los granos y eso te hace ver formas invisibles que te hacen sonreír. Se darían cuenta, que vives en una isla en medio de un mar inmenso. Y que yo, tu hermano, me subiré a una barca junto al abuelo Manuel, la abuela Paca, papá y mamá, para poder llegar hasta ti.
Tu hermano que te quiere:
Lolo
- ¿Y aquí, qué se hace? (Según los TCAEs)
- EnganCHADos a un proyecto Solidario, un proyecto Hospitalario
Ana, un relato precioso, gracias por compartirlo con nosotros.
Ojalá mi hija pudiese entender a su hermano así…. Pero, a veces me cuesta entender su mundo, y soy adulta.
Pienso o por lo menos es nuestro caso, los sufridores en la familia que hay un miembro con TEA, son los hermanos que a veces sin querer ni ser conscientes, los relegamos a un segundo plano.
Buenas noches Belén:
Gracias por leer este pequeño relato cuyo objetivo era aproximar los TEA a los demás. Como dices, en ocasiones los hermanos de los niños con autismo, no entienden que su hermano necesite una mayor dedicación por parte de sus padres, cuidadores y demás familiares. Eso les crea inseguridad porque llegan incluso a pensar que son menos queridos. Si a los adultos estas situaciones pueden desbordados, los niños añaden a ello la falta de madurez necesaria para aceptarlo y entenderlo. Te mandamos un abrazo fuerte.
Un abrazo
Ana Medina