NIGHTINGALE & CO

Soy una enfermera llena de cicatrices

mannar hospital and kandy 020Las aguas del mar que rodean Sri Lanka, la antigua Ceilán, moldearon la isla durante un tiempo sin memoria ni ancestros. Los dioses decidieron su destino al darle la forma de una lágrima grande de tierra. En el oeste, a muchos días y controles militares, se encuentra otra isla dentro de la lágrima grande. Se llama Mannar. Es una isla que lo intenta con ahínco. Sobrevivir y separarse de su hermana mayor. Se extiende alargada  para abrazar la India en un intento por escapar de la guerra. Pero las aguas espesas y negras lo impiden.  También el ejército singalés. Hace veinte años, existía un istmo delgado que unía ambas islas como una arteria viva. Se llenaba de un flujo rico de color lleno de alimentos, telas, bullicio y personas que andaban despreocupadas de un extremo al otro del puente natural. Ahora el vínculo se ha vestido de camuflaje y es un lugar donde se olisquea sospecha y mucha venganza.

En Mannar, soy una enfermera cooperante. Ando entre los pabellones bajos del hospital, llena de cicatrices. Al final de la noche, antes de amanecer, sumo un turno a mi vida con el alma y el uniforme en blanco. Saludo al día sintiendo esa nueva luz que ha nacido en tus ojos: hoy has conocido a tu hijo. Te libero de electrodos y el estruendo del encuentro de tu piel con la del pequeño, me sacude por dentro. La única enfermedad que existe aquí y ahora es la del amor.

 

_MG_3623 kopieLos cristales del paritorio aún tiemblan por las bombas que estallaban entre pujo y pujo, pero el llanto de tu hijo nos protege. Algo dentro de mí se abre y palidece por esa nueva marca que has dejado. La vida atrae la vida, me digo para conjurar vuestro futuro.

Llega el día a la isla, y  la música del canto de los Vedas se mezcla con el sonido del credo y los minaretes cantores que llaman a la oración. Ganesha, el dios elefante, sonríe a los enemigos con una guirnalda de flores de plástico. Las flores de verdad no son capaces de crecer si se riegan con sangre. Los caminos de tierra que cruzan la isla están llenas de burros sin rumbo ni trabajo, cuervos ladrones y murciélagos que suplen las hojas de los árboles muertos. Paso la tarde curando tu piel quemada de mujer. Quisiste huir de la violencia purificando tu vergüenza con el fuego. Nunca más, dijiste. Nunca más su aliento de alcohol y sus manos de azufre. Ahora tus cicatrices te señalan como una pecadora merecedora de todo tu dolor y sufrimiento. Y yo me empeño en lavar tus heridas día tras día, en cubrirlas con pomadas que te protejan. Te vendo de arriba abajo para intentar impedir las miradas de la gente sobre ti. Tus ojos me dicen que ya no existe ese lugar al descubierto en el que puedas andar bajo el cielo sin una tela que te cubra la cabeza gacha. El domingo lavé tu pelo largo y espeso. Es el recuerdo de lo que fuiste antes de él. La mujer más bella del mundo.

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Hay niños que marchan inmaculados con sus uniformes de escuela escondiendo estómagos vacíos y ausencias en las esterillas de la cocina. Los sarees de colores que visten sus madres, ondean a su paso de reinas. Ellas son el color de la existencia.  Andan al ritmo del grito de un mercado casi vacío, a veces con la esperanza de su vientre lleno. En Mannar se come, se orina, se limpia y se duerme con la misma indiferencia del que vive en Tokio. Con la mente llena de olvido. Las pistolas y las bombas bien guardadas en una pequeña zona del lóbulo frontal. Por la noche, la puerta del lóbulo se abre para poder estar bien atento. Cuando la tierra batida de la casa tiembla y los cristales se agrietan, las madres sacan a los niños de la casa para arrojarse a las fosas de tierra que han cavado en el fondo del jardín. Se tapan con una puerta vieja y esperan que los aviones se vayan con sus bombas y sus ideas a otro pueblo. De esta forma, los habitantes de Mannar se unen en la tierra a sus antepasados dos noches si y alguna no. En ocasiones, la metralla logra que se transformen en carne y huesos, agregando unos centímetros más de tierra al brazo de la isla que quiere llegar desesperadamente a la India.

El crepúsculo trae tu recuerdo. Te conozco. Cuidé de ti durante meses. Sé que tienes un lunar junto al ombligo y que te gusta dormir sin almohada. Tú me miras con la sombra de la duda del que nfsrewell parties 422o reconoce la fuerza de amigo con la que mis brazos te envuelven cuando vienes de visita. En otro tiempo fuiste un niño-soldado. Me apuntaste con tu fusil. Bendito regalo el del olvido. Ahora mi cicatriz guarda tu memoria.

Llegan las horas sin tiempo de la noche. La oscuridad llega a la sala, sólo brilla la línea luminosa que sigue el ritmo de tu vida. Tus alas se han batido una última vez y el telón cae. Hablé contigo ayer, miramos las primeras lluvias del monzón  y decidimos que a los dos nos gustaba el té caliente con guindilla. No hablábamos siquiera el mismo idioma, pero nos entendíamos con un lenguaje que iba más allá de las palabras.

Y así quedamos, tú como viajero frío de lo insondable y yo como la sagrada sacerdotisa que vela y prepara tu cuerpo. En mi muñeca brilla una cicatriz más, donde late el reflejo de los que amo.

Cuando la luz del día llega y el silencio baña las lagunas que ha dejado el monzón, el calor lo arrasa todo.  No hay nadie. Mannar es una isla invisible. Mis colores se han marchado también hasta dejarme transparente. Sólo brillan mis cicatrices. Desde el cielo  puede verse agua, tierra, burros, cuervos y murciélagos. Las reencarnaciones de los que ya partieron. Yo soy una de ellas. En la agencia de viajes, en Europa, se oferta visitar Sri Lanka para pisar las plantaciones de té y dar paseos en elefante.

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  • Las fotos en blanco y negro fueron realizadas por el periodista Giovanni Porta.

 

8 pensamientos en “Soy una enfermera llena de cicatrices

  1. Pedro Garbajosa

    Aquellas personas que se dedican con absoluta abnegación a la cooperación internacional están dispuestas a arriesgar sus propias vidas para luchar por mundo más justo, más bello, más humano…Estos seres excepcionales saben bien que en cualquier momento su misión puede terminar antes de los esperado.
    Nos encontramos ante un estremecedor testimonio en el que Ana nos cuenta como ella misma estuvo a punto de realizar el «tránsito» hacia la otra vida. Su extraodinario coraje y humanidad le permitieron decidir no atravesar el umbral definitivo y de este modo, poder volver a su cuerpo. ¿O se trataba quizás del anhelo por realizar una tarea aún pendiente? ¿Tal vez el deber de cumplir una dhármica misión en la Tierra?
    Gracias, Anita, por volver de Si Lanka. Podrías haberte quedado definitivamente allí, pero tu coraje te movió a tomar la decisión de cambiar de «misión». La voz de tu conciencia llevaba tiempo repitiéndote que aún te faltaba algo más por hacer. En Sri Lanka te tocó esquivar las balas y las bombas y ahora, en la UCI del hospital de Fuenlabrada, te toca esquivar el virulento COVID-19. Querida Ana, las cicatrices que dibujan tu alma representan el agradecimiento de aquellas personas a las que salvaste la vida.
    Hoy quisiera decirte algo. Ahora que esta terrible pandemia también a nosotros nos está acechando -a ti especialmente, y muy de cerca-, a pesar de que la angustia y el miedo me golpean como nunca lo habían hecho antes, he logrado despertarme con una nueva esperanza: el reflejo de esa nueva luz que ha nacido en los ojos de nuestra pequeña Sofía. Y su minúscula manita -un clon de la mía- asiendo el pulgar de mi mano.
    Las noches son más largas desde que te marchas a trabajar por la noche. Sofía y yo soñamos con tu vuelta, sana y salva, a la mañana siguiente. Y cuando regresas a casa, después de una larga noche en la que te habrás visto implicada en mil batallas, nos abrazamos los tres, miramos al cielo y damos gracias. Estamos a salvo.
    Tres besos llenos de gratitud, admiración y amor.

  2. Maria Maximo Martín

    Me alegra ver que todavía hay compañeros que mantienen la motivacion por desarrollar su trabajo en un sistema sanitario que deja mucho, pero mucho que desear. Sistema que deja mermar su calidad asistencial en aras de un precio mas barato para conseguir unos objetivos la mayoría de veces imposibles de conseguir. Sistema donde el hacinamiento de pacientes, la falta de interés por tener un personal sanitario contento y satisfecho , la mala gestión de los recursos materiales y personales están a la orden del día.Me imagino que en algún momento llegareis a quemaros y ver que no es tan idílica la profesión,mientras esta se desarrolle en instituciones estandarizadas, deshumanizadas y concebidas no como un derecho legitimo a la salud, sino como empresas que han de cumplir con lo politicamente prometido …Si Florence levantara la cabeza caería de espaldas sobre el pavimento de cualquiera de los patios donde sacaba a sus enfermos a ventilar pulmones entre plantas , fuentes de agua y un maravilloso silencio a veces sólo roto por el canto de algún pajaro. Las mismas condiciones en las que trabajamos hoy.

  3. Isabel Johansson

    Me ha parecido una narración poética donde se esconde el dolor…
    Quizás también la impotencia ante tanta injusticia…y que no queda más remedio que sobrevivir.
    No tengo palabras para describir la belleza de como está escrito pues no alcanzo ese nivel….
    Gracias por compartirlo y haberme dejado leerlo.
    Un abrazo y sigue escribiendo pues el leerte nos enriquece.

  4. Aida

    Precioso tu texto Ana, que describe la situación que te rodea.
    Te agradecería que me dieras información acerca de la entidad con la que cooperas, y qué tipo de ayuda es necesaria.

    Gracias por compartir tus pensamientos.
    Un abrazo

  5. SG

    Esas experiencias se impregnan y nos fortalece e invocando siempre a Dios para que nos de las fuerzas con energias y asi atender a nuestros pacientes con amor y dedicación.

    1. admin

      Estimada Sonia:

      Gracias por compartir tus pensamientos y haber dedicado tu tiempo a su lectura. Como dices esta experiencia me fortaleció y transformó intensamente.

      Un saludo

      Ana Medina

    1. admin

      Querido Diego:

      Ya me gustaría a mí avanzar por esos mundos de escritura…Pero la experiencia desde luego da para una novela.

      Un abrazo

      Ana Medina

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